Katya Echazarreta: la historia de la primera mexicana que viajó al espacio

Katya Echazarreta: la historia de la primera mexicana que viajó al espacio

No hay límites para Katya Echazarreta, la primera mexicana que viajó al espacio. Esta es su historia de resiliencia y temple.

Luego de su sesión de fotos, Katya Echazarreta llega para iniciar nuestra entrevista vestida con un uniforme azul eléctrico. No podía ser de otra manera, es el mismo traje que portó aquel 4 de junio de 2022, cuando cumplió una promesa que se hizo cuando solo tenía siete años: llegar al espacio exterior. La joven de ahora 27 años, se convirtió en la primera mujer nacida en México en viajar al espacio a bordo del quinto vuelo tripulado de la compañía de transporte aeroespacial, Blue Origin, en la misión NS-21. Fue elegida entre siete mil solicitantes por Space for Humanity, una organización sin fines de lucro que selecciona a líderes de todas partes del mundo para acceder a la experiencia de un vuelo espacial con el objetivo de cambiar su perspectiva sobre el mundo a su regreso. Y para Kat (su nombre de pila en redes sociales), vaya que fue un giro completo. ‘Me ha cambiado la vida, no nada más por el hecho de hacerlo y todo lo que sucedió después, sino también por cómo veo la vida, mi perspectiva en todo, ahora es diferente’, dice al recordar aquel momento. 

Egresada de la Universidad de California en la carrera de Ingeniería Eléctrica, Echazarreta inició su vida profesional con una pasantía en la NASA que eventualmente se convirtió en una labor de tiempo completo como integrante en cinco misiones en las que se ha desempeñado como ingeniera de pruebas. Su trabajo consistía en diseñar circuitos electrónicos y simulaciones para las computadoras de naves espaciales, eso en términos sencillos; porque lo que verdaderamente la ha llevado a desempeñarlo es una curiosidad que parece ser inagotable. En cada entrevista en la que le han preguntado por qué eligió su carrera, esta cualidad siempre es el origen de cómo ha llegado hasta este punto: ‘Para mí la curiosidad es no tenerle miedo a las preguntas, no tenerle miedo a no saber algo. Eso es lo bonito, puedes investigar y buscar la respuesta, pero siento que mucha gente le tiene miedo a no saber, a que te den un proyecto y no sepas cómo hacerlo, a que te llegue una pregunta y no sepas cómo responderla. Mucha gente lo ve como algo muy negativo y no lo es, es una oportunidad para aprender y hacer algo nuevo’.

FOTOGRAFÍA: Santiago Sierra

Un caso como el de Katya Echazarreta no es cuestión de suerte, ni de azar. Si alguien puede ser considerada una líder representativa de nuestro país y de su industria, es ella. Su historia es de esas en las que el esfuerzo se extiende hasta sus lazos familiares y sus raíces. Su familia emigró de Guadalajara a Estados Unidos cuando era una niña. Al preguntarle sobre la repercusión que esto tuvo en su carácter –notablemente aguerrido–, la respuesta inmediata es su madre: ‘para ella lo más importante era que sus hijas fueran independientes porque ella no lo pudo ser. Siempre quiso tener una carrera, siempre quiso estudiar, y no la dejaron, su esposo no la dejó, su papá no la dejó. Y es por eso que lo que más quería en la vida, era que no le pasara lo mismo a sus hijas. Así que desde el día en que nacimos, mi mamá nos enseñó a ser mujeres independientes, fuertes y a que no nos importara lo que dijera la gente. La realidad es que yo le doy las gracias a mi mamá por todo. Mi mamá es la razón por la que yo estoy aquí’.

FOTOGRAFÍA: Santiago Sierra
Katya Echazarreta posee una curiosidad innata que la ha llevado hasta trabajar para la NASA.

También atribuye su perseverancia al lugar donde nació: ¡los mexicanos somos muy trabajadores. Agradezco a mis raíces por eso, porque yo siempre he entendido que para llegar a hacer lo que quería, iba a tener que trabajar mucho y muy duro. Es parte de nuestra cultura, lo ves como algo normal’. No obstante, el mayor reto para la astronauta comercial, no se encuentra en la complejidad de la ingeniería electrónica. Katya me explica que lo más difícil que una persona de su profesión puede hacer desde la Tierra, es enviar una nave al espacio, ‘y eso no es lo más difícil para una ingeniera. Lo más difícil es algo que no podemos controlar: somos mujeres, soy mexicana en una sociedad que piensa que no deberíamos es – tar en esos lugares, que no somos lo suficientemente inteligentes, capaces o, por alguna razón, nada más por ser lo que somos, no merecemos estar en esos lugares’. Y es que si bien noticias como las que protagonizó Katya Echazarreta siempre resultan inspiradoras, no es un secreto que aún hay mucho por hacer en términos de representación femenina en múltiples industrias. Datos revelados por la ONU en 2021 informaron que en la industria espacial, las mujeres representan entre el 20 y 22 por ciento de la fuerza laboral, cifra parecida a la de hace 30 años. Por eso la seguridad que Katya desprende al hablar no es coincidencia, es una cualidad adquirida (a diferencia de su curiosidad que es innata) en un entorno donde ha tenido que probar que es ‘la mejor, porque solo así te toman en serio, soy una persona muy segura, sé quién soy, sé lo que puedo hacer, sé que soy una buena ingeniera, sé que soy muy inteligente, sé que soy muy capaz, sé que yo merezco estar ahí y entiendo que muchos grupos son mejores porque yo estoy ahí, pero cuando lo digo, a veces me dicen cosas como: ‘tú ya no tienes humildad’, en cambio, cuando un hombre dice esas cosas, es un hombre increíble que sabe quién es’.

Existe un rastro de frustración en su voz cuando hablamos al respecto, pero hay un dicho en habla hispana que a Kat le sienta de maravilla: ‘para atrás, ni para tomar impulso’. Lo noto cuando continúa su discurso sobre cómo se mantiene motivada en un trabajo donde la desigualdad de género es palpable: ‘he entendido que no es cierto que no soy humilde, no es cierto que me creo mucho. Es que las personas no están acostumbradas a ver a una mujer fuerte, independiente, que sabe lo que es, que sabe quién es y sabe lo buena que es como persona, pero también como ingeniera’, me dice con entereza en cada palabra, ‘yo no voy a cambiar quien soy, de hecho, yo estoy trabajando para cambiar a la sociedad’. Y es verdad, no son pocos los comentarios que recibe en sus redes sociales de niñas, niños y jóvenes prometiendo que algún día, viajarán al espacio como ella. Para Echazarreta, el cambio comienza, precisamente, en las infancias. ‘Si caminas por un pasillo de juguetes en la tienda, es muy obvio. En el pasillo de las niñas, todo son muñequitas, ropita, cosas de cocina; y cuando caminas por el pasillo de niños hay Legos, herramientas, equipos de ciencia, equipos de ingeniería, kits de experimentos. Desde niños les estamos enseñando: ‘esto es divertido para ti, esto te debería gustar’. La ciencia y la tecnología, no tienen género, tenemos que dejar de tratarlo como si lo tuvieran’. 

FOTOGRAFÍA: Santiago Sierra
‘Soy una persona muy segura, sé quién soy, sé lo que puedo hacer, sé que soy una buena ingeniera, sé que soy muy inteligente’.

El poder de la representación a través de personas como Katya no se toma a la ligera. Es mucho lo que una historia como la suya puede hacer por alguien a quien se le repite constantemente que sus sueños son demasiado grandes. Ella ya estuvo ahí cuando le dijeron que la industria espacial era algo reservado para hombres. ‘Es normal tener miedo, pero es importante hacer las cosas incluso con miedo. Tener miedo es algo muy humano, lo importante para mí siempre es nunca decirte ‘no’ a ti mismo, cuando no lo intentas te estás diciendo que no automáticamente. No voy a decir que no pierdes nada intentando, porque puede que sí, pero al menos lo intentaste y ahora sabes cómo crecer’.

Katya no recuerda exactamente qué sintió cuando vio la Tierra desde el espacio. ‘No estaba pensando en absolutamente nada. Tu mente ni siquiera puede… no puedes pensar en nada, solo te le quedas viendo como si estuvieras hipnotizado’. Aunque sus memorias en torno al viaje son borrosas, en múltiples sitios de Internet se difundió el video donde se observa su rostro nítido y eufórico mientras miraba nuestro planeta desde fuera, a bordo de la nave. Sin embargo, recuerda la exposición mediática que obtuvo antes y después de la misión, para la que se preparó en apenas unas cuantas semanas. ‘La experiencia fue muy interesante para mí, porque es muy difícil para tu cerebro entender lo que está pasando, especialmente cuando sucede tan rápido. Yo me iba a dormir, despertaba y decía: ‘qué bonito sueño’, porque mi mente no estaba entendiendo que era mi realidad. Era algo muy personal, había trabajado tanto por eso, tener tantos ojos sobre mí, tantas opiniones, fue un poco duro’. Es ahí cuando debo preguntarle cómo lleva la presión por lo que se espera de ella. Todos tenemos un ancla y la de ella es su familia. Al llegar a México después del viaje espacial, su madre la recibió con una fiesta por su cumpleaños. ‘Yo era una persona muy enfocada en mi carrera, en mi tra bajo, en siempre ser la mejor en lo que hago, en reconocimientos, siempre tener proyectos más grandes, más importantes. Después de esta experiencia me di cuenta de que yo no quería que mi vida fuera definida así. Yo no quería llegar al final de mi vida y que yo me dijera a mí misma: ‘me la pasé haciendo esto y casi no vi a mi familia, casi no fui a los cumpleaños, casi no visité a mis papás o a mis abuelitos. Yo siento que ahora lo que quiero ser, definitivamente, es una buena hija, una buena hermana, una buena amiga y una buena humana’.

FOTOGRAFÍA: Santiago Sierra
Para Kat, ha sido de suma importancia dejar de compararse con los demás para ‘ser una de las mejores’.

A este punto de la conversación, Kat ha repetido en más de una ocasión el ‘ser la mejor’. No sería extraño pensar que la joven ha sido un prodigio desde siempre. Y sí, es brillante, pero su carrera también ha sido un viaje para hacer las paces con la idea de ser perfecta. Me cuenta sobre su experiencia en la Universidad de California, donde las aulas están repletas de estudiantes modelo y cómo estuvo a punto de desertar: ‘Cuando pones a todas esas personas juntas, cada una de ellas está acostumbrada a ser la mejor y es muy difícil porque no todos pueden ser el mejor, de hecho casi nadie puede. Para una persona que nunca ha tenido que vivir con fracaso, eso es muy difícil. Yo sentía que ya me tenía salir, que tenía que cambiar, que tenía que hacer otra cosa porque, como no era la mejor, quería decir que no debía seguir. Tuve que preguntarme a mí misma si en realidad importaba: ‘¿en realidad importa que no eres la mejor, o te gusta tanto esto que vas a seguir adelante?’ Decidí que sí, decidí que es lo que quería hacer, pero que nunca más me iba a comparar a mí con otras personas, [decidí] que tenía que competir solo conmigo mis – ma siempre. Ahí fue cuando todo cambió para mí, cuando decidí no compararme con nadie, fue cuando me convertí en una de las mejores’.

Como todas sus respuestas, Kat no titubea ni un instante cuando le pregunto a dónde quiere llegar. Actualmente, estudia la maestría en Ingeniería Eléctrica en la Universidad Johns Hopkins y desea ‘crear las instituciones necesarias en México para dar oportunidades para jóvenes y niños que quieren estar en la industria espacial, pero desafortunadamente esas oportunidades no existen actualmente en México. Veo mucho que estudiantes interesados en el espacio tienen que ir a Estados Unidos, o a otros países para buscar esas oportunidades, así que a mí me gustaría crearlas aquí para que no tengan que salir de su país’. Mientras tanto, se dedica a difundir sus experiencias y conocimientos como ingeniera de la NASA en sus redes sociales.

¿Su siguiente parada? Entre risas me confiesa que no quiere ir a Marte, ‘mi meta personal es llegar a la Luna, siempre he sentido mucha conexión con ella. Cuando me siento mal, cuando me siento triste, cuando siento que no voy a poder, siempre puedo salir, mirar hacia arriba y me ayuda a sentirme mejor, porque me ayuda a entender lo chiquitos que somos, nuestro lugar en este Sistema Solar, en este Universo’. Le llaman Efecto Perspectiva a esta reacción cognitiva que los astronautas sienten al percibir pequeños todos los conflictos terrenales contra la inmensidad del espacio. Es un efecto al que Kat debería acostumbrarse, es solo cuestión de tiempo para que sepamos que llegará a la Luna… y más allá.

FUENTE: vogue.mx

Emmanuel Cocone

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