Cantona, ciudad fortificada

Cantona, ciudad fortificada

Ubicada a 92 kilómetros al noreste de la ciudad de Puebla, entre los municipios de Tepeyahualco y Coyoaco, Cantona es una ciudad prehispánica descubierta a mediados del siglo XIX por Henri de Saussure, aunque tiene dos décadas de haber sido habilitada para su visita y ser conocida por el público.

Cantona es uno de los centros uranos más grandes de los descubiertos en Mesoamérica, pues cubre un área de 121 kilómetros cuadrados en una esquina remota y árida del noreste poblano. Los primeros pobladores llegaron en el período Clásico Tardío (600-1000 d.C.), y el asentamiento alcanzó su esplendor hacia el final de ese mismo periódo para desaparecer en los albores del Postclásico, en el siglo XIII.

Esta ciudad es considerada la más urbanizada Mesoamérica. Su extensa red de comunicaciones, con calzadas de hasta un kilómetro de longitud, permitía un fuerte control de sus habitantes. Además, existían calles amuralladas que bien podían cerrarse fácilmente en caso de una invasión. Desarrollada en una época de fuertes conflictos sociales, Cantona se fue convirtiendo con el tiemop en una fortaleza.

Los vestigios arqueológicos muestran un sofisticado diseño urbano que incluye una extensa red carretera, más de 3 mil patios, residencias, 24 juegos de pelota y una elaborada acrópolis con edificios ceremoniales y templos. Los edificios fueron construidos con rocas ensambladas y superpuestas sin estuco o cemento de por medio. Dicha fortificación incluye un foso y varios puestos de vigía, dado que la época coincide con un periódo de convulsión tras la caída de Teotihuacán en el siglo VIII.

Los habitantes tuvieron la facultad de transformar el abrupto ambiente natural en urbano con tal éxito que la ciudad llegó a ser una de las más importantes del México antiguo.

En otros tiempos, un sistema de ríos alimentado por los cerros circundantes, hacía de este valle un lugar mucho más fértil, además de que representaba un sitio energético, pues dominaba el paso de los mercaderes que transitaban de la cuenca de México hcia el vertiente del Golfo.

Una de las Mercancías controladas por los habitantes de Cantona fue la obsidiana, extraída en gran parte del volcán Citlaltépetl y trabajada en múltimples talleres de la ciudad, lo que ofreció, además, la posibilidad de un progreso exponencial en términos comerciales, sociales, tecnológicas y urbanísticos.

La región en sí tiene una fuerte presencia volcánica,  ya que cerca se encuentran el volcán Pizarro y el Cofre de Perote, así como las lagunas de Alchichica y Quechulac, formadas por calderas volcánicas.

Esta espectacular zona arqueológica saltó al primer plano de la arqueología mexicana tras una restauración que se llevó a cabo a mediados de los noventa y que duró 18 meses.

Actualmente cuenta con 24 Unidades Arquitectónicas, tres vías de circulación, ocho unidades habitacionales, un acceso con fortín a la acrópolis, cuatro conjuntos de juego de pelota y una cancha más, tres plazas cerradas con pirámide y un Palacio, todas estas exploradas y habilitadas.

Quienes acudan a la Zona Arqueológica de Cantona pueden complementar su visita accediendo al Museo de Sitio de Cantona, inaugurado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia en octubre de 2012, donde cerca de 600 objetos arqueológicos dan testimonio sobre la forma de vida de quienes habitaron esta ciudad hace más de 1500 años. El visitante apreciará el resultado de 20 años de investigación arqueológica que dan pie a la teorización acerca de la vida cotidiana y la cosmovisión de la sociedad que construyó y habitó Cantona.

El museo se construyó con lajas de cantera para no romper el entorno arquitectónico del sitio precolombino. También se dotó de mobiliario, tecnología y diseño museográfico, y se edificó la Unidad de Servicios de la zona arqueológica, equipada con cafetería, taquilla, baños, tienda y estacionamiento.

Cortesía:

  • Instituto Nacional de Antropología e Historia
  • www.inah.gob.mx

Emmanuel Cocone

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